Cada vez sentimos emociones como ira, enojo o rabia respecto a alguien y nos sentimos víctimas de un ataque o una agresión, sospechamos que eso que vivimos no lo merecemos. Ese maltrato que llega a nosotros en la realidad que nosotros mismos creamos, nos viene a dar una pista importante de que tenemos que resolver en nuestro presente y que tenemos arraigado como una conducta repetitiva en nuestras vidas, identificado con ese mismo personaje de víctima. Nos provoca una sensación de enojo que es algún tipo de reparación inconsciente que traemos de más atrás y que de la parte del agresor es el reflejo que nos muestra esa programación para decodificarla y liberarnos de esa carga, muchas veces viene de vivencias con nuestros padres o de algunos ancestro.
A menudo nos encontramos con otras personas como ser amigos y les contamos los hechos de las cosas que nos pasan, ellos nos escuchan y nos dan la razón, porque en realidad en su inconsciente existen experiencias similares ancestralmente, y “dios los cría y el viento los amontona”
Lo que nos pone mal de cierto proceder de alguien o lo que nos molesta de una determinada situación que nos toca experimentar, es que nos hacen el reflejo de nuestro interior, como si fueran un espejo de un conflicto que en realidad es nuestro, que forma parte de nuestro mundo interior.

Las cosas que nos pasan o las personas que nos cruzamos en nuestra vida, nos ayudan a deducir lo que tenemos que solucionar que es parte de la identificación inconsciente y que se simboliza en nuestra personalidad. Este proceso por el cual vemos afuera conflictos que vivimos adentro se conoce como proyección de la sombra, algo que en este nuevo paradigma estamos incorporando bastante. Las situaciones externas recrean esos dolorosos conflictos internos que normalmente no podemos descubrir en nosotros. Y lo bueno de este tiempo donde los paradigmas se están transformando, es que podemos mirar afuera y utilizar lo que el mundo nos muestra de estas situaciones o personas que tanto nos molestan, para descubrir aquellas características nuestras o aquellas actitudes injustas o desconsideradas que tenemos hacia nosotros mismos y transformarlas .
Lo que nos molesta ver afuera tiene que ver en nuestro estado interno. Si nos da dolor eso que vemos, ese dolor está adentro en el campo inconsciente. Y para estar en paz con nosotros mismos, para transformarnos sintiendo bienestar en el presente amándonos, para aumentar nuestro valor reconociéndonos, es necesario que conozcamos nuestra historia familiar, que comprendamos que corresponden a un cierto estado de evolución o de aprendizaje en el que nos encontramos en este momento.
El verdadero perdón siempre es hacia nosotros mismos, es algo completamente diferente y sólo es posible si somos capaces de despertar la consciencia en nosotros y de liberarnos de viejas creencias inconsciente, de pasar a un nivel superior de consciencia.
Al comprender este proceso interno, al identificar el verdadero origen del malestar, soltamos las cargas que lo sostienen y representan y podemos comenzar un verdadero compromiso con nosotros mismos para así amarnos, amarnos y más amarnos…